Tras el impactante debut de Ari Aster con Hereditary, se esperaba con muchas ganas su segunda incursión en el terror con esta Midsommar, y el resultado no defraudará a los que salieron encantados con su debut ya que Aster se mantiene fiel a un tipo de terror que huye de artificios y sustos acompañados de golpes de sonido, lo suyo vuelve a ser cocinado a fuego lento para crear incomodidad y tensión en el espectador a través de su largo metraje.
Midsommar nos cuenta la historia de un grupo de amigos norteamericanos que viajan hasta Suecia para participar en un festival de verano invitados por uno de ellos que se crió allí. Lo que en principio iba a ser una estancia tranquila en una comuna en medio de la nada y ser parte de unas tradiciones antiguas, se acaba convirtiendo en algo obsceno y perturbador.
Aster se muestra seguro tras la cámara para jugar con planos aéreos, distorsiones de imagen y jugar con la composición y el sonido, incluso con los colores, que ayuda a darle ese aire hipnótico al film. Y rueda la violencia con una impasibilidad brutal y explicita, sobre todo el primer ritual que golpea directamente al espectador que hasta el momento estaba expectante y a la espera de ver como se desarrollaba la trama y cuando se iba a torcer esa idílica estancia.
Si algo destaca en Midsommar es la sutilidad con la que Aster nos va mostrando los acontecimientos, y que en ningún momento sabemos mucho más que los protagonistas, que van asistiendo impasibles a unos rituales que van de lo estrambótico y lo ridículo, a lo espeluznante y macabro, sin mostrar en muchos casos lo que les sucede y dejando intuir al espectador que seguramente nada bueno. Hasta que explota en su tramo final en el que se recrea en lo morboso y en lo siniestro, con escenas que bordean lo risible por lo estrambóticas y grotescas que llega a ser, pero sigue sin dar una explicación a esta depravación y a esta muerte más allá de las creencias en las tradiciones.
Desde luego, Midsommar no va a ser plato de todos los gustos, y con esto me refiero al gran público que consume terror ocasional y de fácil digestión, el de tópicos muy sobados y sustos por doquier, no, seguramente van a salir aburridos del cine en una película que pide la implicación e inmersión total del espectador en su propuesta de atmosfera perturbadora in crescendo de la que no te puedes despegar en ningún momento.
