Crítica: Dark Mirror

Deborah y Jim son un matrimonio con un hijo que se mudan a una nueva casa en una nueva ciudad por cuestiones de trabajo de él. Deborah es fotógrafa e intentará buscar trabajo en la nueva ciudad aunque con pocos resultados. Mientras tanto, sucesos extraños empiezan a suceder alrededor de ella a la vez que se entera de que en su nueva casa desapareció la familia entera de un famoso pintor.

Dark Mirror pretende ser un thriller de terror y misterio que empieza complicando en exceso su trama con un montón de escenas sin sentido que no sabes muy bien hasta donde te llevarán. Abre demasiados hilos argumentales en torno a misteriosos cristales chinos que forman la vidriera de la casa, una historia de un pintor y la desaparición de su familia en la casa, efectos extraños en los espejos, un asesino que mata a todo aquel que se cruza con la mujer y cuyos cadáveres desaparecen sin dejar rastro y una protagonista que se va desquiciando poco a poco al no entender nada de lo que sucede, algo similar a lo que le ocurre al espectador a medida que avanza el film.

Por extraño que parezca, al final se consigue dotar de algo de lógica todos estos sucesos, algo que no tenía muy claro se fuera a producir, pero tal es el caos montado hasta el momento, que uno no sabe muy bien como tomarse la explicación que engloba a todos los fenómenos extraños que suceden, que deja no pocos hilos sueltos.

Creo que el director, que también participa en el guión, hace tal esfuerzo en mostrarnos lo justo de cada tema para que no atemos cabos que no hace otra cosa que liarla la trama de tal manera sin puntos de conexión que acaban por fastidiar todo el conjunto, todo para al final soltar unas cuantas sorpresas, alguna más que forzada, que nos deje con la boca abierta.

Lisa Vidal es la actriz protagonista que soporta prácticamente todo el peso del film, y aunque lo intenta, no logra ser suficiente estímulo para respaldar una trama tan dispersa y confusa. Si la explicación final te convence, puede haber valido la pena, pero a mi gusto, le falta fuerza de convicción, tanto en la resolución como en el devenir de la historia.

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