Crítica: Velvet Buzzsaw

Dan Gilroy se despachó a gusto contra la prensa más sensacionalista en Nightcrawler, y con Velvet Buzzsaw atiza al mundo del arte con un film cargado de sátira y humor negro con tintes de terror sobrenatural para el que ha contado de nuevo con Jake Gyllenhall y con René Russo. Y aunque el resultado no es tan bueno como el de su anterior film, la curiosa mezcla de drama, crítica, misterio y terror no acaba de congeniar del todo bien, también tiene varias virtudes.
Todo empieza cuando Josephina encuentra en el piso de un hombre que acaba de morir en su mismo edificio una gran colección de cuadros. El desconocido autor expresó su deseo de que a su muerte toda su obra de destruyera, pero su trabajo es tan excepcional que empiezan a exponerlo y causa sensación. Pero la obra del artista está maldita y empieza a causar la muerte de todos aquellos que se han beneficiado de ella.
Gilroy se enfoca mucho más en desgranar el elitista y superfluo mundo del arte en un film cargado de dramatismo y de mala leche que en ofrecer una cinta de terror al uso, lo cual por un lado debería ser bueno, pero esta argamasa de géneros no obtiene el resultado esperado y cuando se pasa al terror desentona demasiado con el resto, parece más una broma metida con calzador que algo que cause miedo.
Gyllenhal se mete en la piel de un crítico de arte en un personaje claramente paródico y en el que el actor juego a la sobreactuación, junto con una Toni Collette cuyo personaje es otro que roza lo ridículo y que ambos se salvan por los pelos. René Russo es la que sale mejor parada con un personaje no tan estrambótico y con encontramos con una Natalia Dyer, de Strange Things, que saca oro de su pequeño personaje al que le toca siempre encontrar los cadáveres.
Velvet Buzzsaw tiene buenos momentos, como el relato de la muerte de la esfera que es de lo mejor, y nos ofrece una visión elitista y manipuladora del mundo de las artes, que bien podriamos remitir a otros ámbitos, pero no logra conjugar todos sus diversos estilos, y va de más a menos con un tramo final que parece a todas luces precipitado, aunque eso sí, deja claro el mensaje.

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