Crítica: Palm Springs
Palm Springs es una comedia romántica que se suma a la lista de películas que suceden dentro de un bucle temporal y que supone el debut en largo de Max Barbakow, que se apoya en la repetición del mismo día para crear una estupenda reflexión sobre la importancia de las cosas y de las emociones.
Nyles lleva atrapado en el mismo día desde hace tanto tiempo que ya no recuerda prácticamente su vida anterior. Está en Palm Springs para una boda, que se repite una y otra vez, hasta que una noche, su escarceo con Sarah, la hermana de la novia, hace que esta quede también atrapada en el mismo día debido a un inesperado incidente. Ahora, los dos están atrapados en el mismo lugar y obligados a repetir lo mismo un día tras otro, pero al menos se tienen el uno al otro para aprovechar al máximo su extraña situación.
Nyles ya llevo tiempo en el bucle, tiene la experiencia de haber probado de todo para salir de allí siempre con el mismo resultado, y al final ha optado por la indiferencia hacia todo, a que nada le importe. Y Sarah acaba de llegar, y quiere salir de allí sea como sea, y está dispuesta a probar lo que haga falta para ello, aunque al final caerá victima de la misma apatía de Nyles.
Las películas de bucle temporal siguen funcionando bien, y aquí Barbakow opta por una comedia con un punto de mala leche que resulta fresca y divertida, que incluso se permite rendir homenaje al clásico que es Atrapado en el Tiempo. Andy Samberg y Cristin Milioti forman una gran pareja protagonista, uno de los grandes aciertos del film, y además secundados por un J.K. Simmons en un papel de comedia en el que no es muy habitual verle pero que realmente le sienta fenomenal y es un roba escenas de lujo.
Palm Springs juega con las reglas establecidas y conocidas en este tipo de películas pero ofreciendo una visión desenfadada y llena de ingenio sobre el amor y las relaciones, la mejor comedia romántica que ha dado el cine de ciencia ficción desde Safety Not Guaranteed.
