Crítica: My Name is Bruce

El actor de culto Bruce Campbell se dirige y se interpreta a si mismo en está comedia en la que se verá envuelto sin quererlo en una lucha contra un antiguo fantasma chino que ha sido liberado y está atacando a la gente de un pequeño pueblo.

Campbell se rie de si mismo y se nos presenta como un autentico gilipollas, presuntuoso, egocéntrico, borracho y mujeriego, todo un capullo integral lleno de clichés cuya similitud más cercana la podríamos encontrar en el personaje de Torrente. Campbell sobreactúa, y mucho, y aunque tiene algún momento hilarante, acaba siendo algo cargante.

Esto sucede porque estamos frente a una comedia muy, muy ligera, con un humor bastante simple que solo se sostiene por la presencia del actor. Por eso, el film se acaba convirtiendo en exclusivo para fans de Campbell, o como mínimo que conozcan parte de su obra, ya que además está plagado de guiños de sus trabajos y referencias.

Tengo que reconocer que me esperaba algo más, pero My Name is Bruce no es más que una agradable y básica comedia donde el actor parece estar todo el rato pasándoselo en grande y haciendo el payaso, pero que adolece de muchas carencias. Es una lástima que lo que podría haber sido una gran película e incluso convertirse en un film de culto se quede reducido a un montón de bufonadas sin medida, y lo peor de todo es que carece de cualquier tipo de pretensión de llegar a querer ser algo más.

Es una lástima que un film de estás características se haya quedado en tan poca cosa cuando había mucho más que ofrecer, como ya he dicho, tan solo recomendable para los que conozcan al actor a modo de curiosidad.